Por muchos motivos, la alimentación se presenta como un modulador del proceso salud-enfermedad, ya que desde un punto de vista, el alimento es visto como energía que se traduce en fuerza y capacidad para hacer. Por ende, la alimentación cumple una importante función para el mantenimiento de la salud.
Desde que la persona nace, hasta los tres primeros años de vida, el cerebro pasa por un proceso de desarrollo único e irreversible, en el que la alimentación juega un papel muy decisivo para el futuro del bebé.
Aunque después del nacimiento, el cerebro ha experimentado un gran desarrollo, su cerebro está en un proceso de crecimiento.
Por ello luego del crecimiento, la nutrición es uno de los componentes fundamentales para el crecimiento (sobre todo en los 3 primeros años).
La desnutrición en las primeras etapas de vida, a menudo sufren deficiencias cognoscitivas y de comportamientos que se mantienen el resto de su vida, como un desarrollo de motricidad fina y de habla más lenta, coeficientes intelectuales más reducidos y menor rendimiento escolar.
La materia gris del cerebro está compuesto principalmente por un componente llamado ácido decosahexaénoico (DHA), que indispensable en el crecimiento de las dendritas (ramificaciones que conectan las neuronas).
Otro de los nutrientes necesarios es el ácido araquidónico (AA), que es importante para la señalización del sistema nervioso central, y precursores de sustancias básicas para la inmunidad y la coagulación.
El hierro es un nutriente muy importante, porque no solo aporta a la mielinización y el metabolismo, sino también es indispensable para mantener una cantidad adecuada de de glóbulos rojos en la sangre, y que a su vez realizan el transporte de oxígeno para estimular el crecimiento cerebral.
Así de necesarios son las proteínas (necesarios para el crecimiento y reparación de las células nerviosas), el ácido fólico que aporta la síntesis de los neurotransmisores, los ácidos grasos omega 3 (que ayuda a constituir y mantener el tejido cerebral.
Desde que la persona nace, hasta los tres primeros años de vida, el cerebro pasa por un proceso de desarrollo único e irreversible, en el que la alimentación juega un papel muy decisivo para el futuro del bebé.
Aunque después del nacimiento, el cerebro ha experimentado un gran desarrollo, su cerebro está en un proceso de crecimiento.
Por ello luego del crecimiento, la nutrición es uno de los componentes fundamentales para el crecimiento (sobre todo en los 3 primeros años).
La desnutrición en las primeras etapas de vida, a menudo sufren deficiencias cognoscitivas y de comportamientos que se mantienen el resto de su vida, como un desarrollo de motricidad fina y de habla más lenta, coeficientes intelectuales más reducidos y menor rendimiento escolar.
La materia gris del cerebro está compuesto principalmente por un componente llamado ácido decosahexaénoico (DHA), que indispensable en el crecimiento de las dendritas (ramificaciones que conectan las neuronas).
Otro de los nutrientes necesarios es el ácido araquidónico (AA), que es importante para la señalización del sistema nervioso central, y precursores de sustancias básicas para la inmunidad y la coagulación.
El hierro es un nutriente muy importante, porque no solo aporta a la mielinización y el metabolismo, sino también es indispensable para mantener una cantidad adecuada de de glóbulos rojos en la sangre, y que a su vez realizan el transporte de oxígeno para estimular el crecimiento cerebral.
Así de necesarios son las proteínas (necesarios para el crecimiento y reparación de las células nerviosas), el ácido fólico que aporta la síntesis de los neurotransmisores, los ácidos grasos omega 3 (que ayuda a constituir y mantener el tejido cerebral.
0 comentarios:
Publicar un comentario